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ALBERTO OLMEDO, UN GRANDE, MUY GRANDE, UN VERDADERO IDOLO NACIONAL Y POPULAR.

fm oasis 94.1 lavalle corrientes argentina
Hoy tendría 79 años y seguiría haciendo reír y asombrando con su talento y comicidad.    



¡Éramos tan pobres...!              
 
Nació el 24 de agosto de 1933, en una humilde pieza del barrio Pichincha, en la ciudad de Rosario.
 
Allí Matilde de Olmedo dio a luz al niño sola, pues su marido José Matuone -de apenas 17 años- se había ido de casa un tiempo antes para formar otro hogar.          
 
  Durante su infancia, el futuro actor fue sucesivamente repartidor en una verdulería, cadete de farmacia, vendedor callejero de baratijas y aprendiz en una carnicería, hasta que ingresó al universo de la actuación como parte de la claque del rosarino Teatro de la Comedia.

-¿Mi origen? Pobreza, conventillo, cocina al fondo. Un baño para seis piezas. Mucho frío, y a veces ropa prestada... A  los siete años ya era un hombre y a los doce andaba en lugares pesados. Tenía mucha hambre, y el hambre me dio agilidad para sobrevivir en la calle. Y también la decisión para tomarme el buque, porque en Rosario no pasaba nada, solía recordar el cómico.  
 
De Rosario a Buenos Aires          
Carente de una formación metódica de actor -un saber que jamás adquirió-, a inicios de los ‘50 decidió trasladarse a Buenos Aires y con cierta rapidez consiguió ingresar como switcher en Canal 7.

De ese oficio tras las cámaras -aseguran-, aprendió como pocos a manejar los singulares tiempos de la televisión.      
     
También cuentan que a fines de 1955, en una fiesta de técnicos de la emisora estatal, El Negro reveló sus dotes histriónicas haciendo reír a todos.

Allí, dos productores descubrieron a la promesa y lo llevaron al programa
La trouppe de la TV (dirigido por Pancho Guerrero)
 
Como el día del debut Olmedo no recordaba la letra, Piruco Guerrero -hermano de Pancho- le sostenía los carteles que debía leer. Pero como se los puso al revés, Alberto, sin saber qué hacer, se largó a improvisar.
 
Y así empezó todo...-Trabajo de cómico, pero pienso que podría hacer otras cosas. Para hacer las tonterías que hago también hay que ser actor. Naturalmente sé de los tiempos, de los silencios. No sé de todo, pero tengo una gran percepción de lo que debe ser un actor. Yo no fui, como Julito de Grazia o Rivera López al conservatorio. Pero me hubiera gustado muchísimo.
 
Palabras dichas detrás de bambalinas, por un actor considerado de raza, un elegido tocado por la inexplicable magia de una varita llamada talento, según considera Alfredo Alcón al referirse al histriónico Alberto Olmedo.  
        
Más tarde intervino en La revista de Jean Cartier, Medianoche en Buenos Aires, Sonrisas y melodías, en varios spots publicitarios y en su primer personaje exitoso: Joe Bazooka (un héroe para chicos que mataba a los villanos con sólo mascar un chicle)
 
El personaje estaba inspirado en Popeye y fue, de alguna manera, el precursor de Piluso.    
  
En esta época se puso de novio con Yudith Jaroslavsky, quien por entonces trabajaba en Canal 7.
 
El excelente trabajo titulado
Queríamos tanto a Olmedo -investigación dirigida por el periodista Sergio Ranieri- cuenta cómo un día, en los pasillos de esa emisora, la mujer que más tarde sería su esposa y la madre de sus primeros tres hijos, conoció a un técnico de mirada triste y se enamoró perdidamente de él: -Yo trabajaba de secretaria de producción, cuando Alberto entró como switcher. Me fue trabajando despacito...me hacía un personaje, usaba poleras altas y me miraba con ojitos tristes. Así me fue conquistando. En el ’56 nos pusimos de novio y en el ’57 ya me quería casar. Recuerdo que el día que fue a casa a pedir mi mano fue acompañado por 10 amigos, porque a pesar de su soltura y simpatía, no se animaba a ir solo. Al final nos casamos en marzo del ’58 e hicimos la fiesta en una boite. Luego nos fuimos a vivir a una habitación chiquita de un hotel, porque no nos alcanzaba para el alquiler de un departamento.
 
 
Respecto a la difícil situación económica por la que atravesaba la pareja en aquel momento, Piruco Guerrero rememora: -Siempre llegaban a fin de mes tecleando.
 
En el canal, después del día veinte, El Negro andaba con una lista larguísima de papel y te decía: Esperá que te anoto, no decía te voy a pedir prestado, sino vení que te anoto.

Esa lista era espectacular, tenía todo registrado: Fulano, treinta pesos; Mengano, veinte, y así uno por uno.
 
Cuando cobraban el sueldo, le devolvían la plata a todo el mundo, y a los quince días empezaban a mangar de nuevo.
 
Recuerdo otra anécdota: la televisión empezaba a las cinco y nosotros teníamos que entrar a las cuatro al canal.

En verano nos íbamos con Alberto a tomar sol al río.
 
Allí fundamos el
Croting Club”, es decir el club de los crotos.

Como llagábamos tostados al canal, nos empezaron a preguntar a dónde íbamos a tomar sol.

Así que armamos un camelo tremendo: -Vamos al Croting Club
-¿Y qué es eso?
Mirá, es muy difícil hacerse socio, hay que tener recomendación
– Y cómo entraron ustedes?
– Un tío mío nos presentó, pero es muy complicado entrar.

El verso fue creciendo hasta que un día Nelly Prince y Pinky nos pidieron que las llevásemos al famoso club.

-Después de hacernos rogar bastante, aceptamos. Para llegar había que bajarse del tren y caminar como ocho cuadras hasta el río. Hasta último momento, ellas creían que era un club de primer nivel. Cuando vieron que no había ni siquiera un arbolito y que nos cambiábamos ahí mismo, casi nos matan.    
 
La gran criatura
 
En 1960, el canal 9, única emisora televisiva privada de entonces, le ofreció un jugoso contrato por el que decidió dejar el 7 y abandonar definitivamente su trabajo como técnico.

Manuel Alba, gerente general del 9, ideó un personaje inspirado en un amigo suyo llamado Piluso.

El productor Hernán Abrahamson le sugirió ponerle el grado de Capitán, y así nació El Capitán Piluso.            
 
Con Olmedo estaba Humberto Ortiz (Coquito), quien no sólo se encargaba de escribir los libros (él era el enigmático
Bertos Pacheco y Obes), sino que también lo guiaba y le daba cierto orden al caos desatado por el gran trasgresor de la televisión argentina. 
          
El éxito del ciclo fue enorme y los chicos lo seguían a todos lados.

A tal punto que un día se organizó una pelea entre el Capitán Piluso y Martín Karadagián en el Luna Park, que dejó fuera del estadio a casi 3000 púberes.
 
Otra vez, al personaje se le ocurrió explicarles en cámara a los niños cómo desarmar un teléfono, y al día siguiente el canal recibió muchísimos llamados de madres cuyos hijos habían destrozado los aparatos de sus respectivos hogares. 

Pero de todas las situaciones absurdas que generaron y fueron víctimas Olmedo y Ortiz, quizá la más ridícula haya ocurrido durante la última dictadura militar.

Piluso fue despojado de su rango (dejó de llamarse Capitán), le fue quitada la honda -porque incitaba a la violencia de los chicos y Coquito perdió su traje de marinero porque  -según el censor de turno- -no respetada a la Armada Argentina.  
 
Una galería de personajes  
 
Tras el éxito del Capitán Piluso, Olmedo inició un camino casi sin tropiezos hacia la idolatría, desempeñándose con graciosa solvencia en
Operación Ja Ja, No Toca Botón y El Chupete.
 
Fue dentro de la pantalla chica -desmitificando la realidad televisiva al mostrar ese mundo de papel pintado y prendido con alfileres- donde el histrión logró instalarse como el referente de un género absurdo en el que, sin embargo, consiguió construir personajes de ficción que aún hoy se mantienen en la memoria popular de los argentinos.
 
En esta galería de seres, surgidos de las ideas de diferentes guionistas -en especial de las de Hugo Sofovich-, pero multiplicados y revitalizados gracias al método desacartonado y explosivo de su hacedor, Olmedo volcó todos los saberes aprendidos en la vida y en el espectáculo:

Rucucu (largo levitón oscuro, sombrero de copa redonda, anchos bigotes y dialecto ucraniano), el Yeneral González (caricatura de un militar latinoamericano de pocas luces, metido en un operativo junto a oficiales ingleses y estadounidenses), Borges (eterno aspirante a periodista, que impuso una exclamación que hizo época: -¡Hay efectivo!), El Nene (que ya tenía sus años pero, para pasarla bien, insistía que era menor), Lucy (travestido de mujer para conseguir empleo), El Dictador de la Costa Pobre (patético tirano centroamericano que lanzó -con gesto incluido- el popularísimo -¡de acá!), Rogelio Roldán (empleado explotado y acosado por la mujer del jefe), El Manosanta (adivino abrasilerado” que recibía a sus víctimas con un
Adianchi y el El Psicoanalista (un terapeuta en busca de amores), entre otros.
 
Pero si bien fue básicamente en la caja boba donde El Negro desplegó toda esta galería de gestos inolvidables y colocó al chivo casi al nivel de un género, tuvo además una nutrida agenda cinematográfica y teatral.

Y también es cierto que durante toda su exitosa carrera profesional, Olmedo no estuvo sólo.

En el camino encontró a dos amigos y colegas con los que construiría sendas duplas imbatibles: Jorge Porcel y Javier Portales.  
 
Jugando con la muerte  

El Chupete venía emitiéndose en Canal 13 desde 1973, con libros de Jorge Basurto y Juan Carlos Mesa.

La férrea censura de la época dejaba pocos resquicios para el humor, y la calidad del programa dejaba que desear; el propio Olmedo reconocía que no lo conformaba.
 

Para la temporada 1976, los libretistas pasaron a ser Oscar Viale y Humberto Ortiz (Coquito)

Se habían renovado todos los números, y se pensaba en darle mayor espacio a la desopilante capacidad del Negro de mofarse de la TV a partir de la propia TV, incluyendo en un sketch las circunstancias de la grabación del propio sketch.

 
Pero no alcanzaba, hacía falta un golpe de efecto mayor para el primer programa.
 

El martes 4 de mayo de 1976, a las 20:27, el locutor oficial del canal, Jorge Nicolao, -con el rostro serio, tratando de evitar la emoción como decía el libreto, anunció que el programa no podía comenzar debido a que su protagonista, Alberto Olmedo, ha desaparecido.
 

Tras algunas frases compungidas, terminaba diciendo: -El Negro se ha ido... No tenemos más palabras. Guardémosle cariñoso recuerdo, viendo uno de sus últimos programas del año pasado.
 

Y agregaba, mirando a cámara, como no pudiendo seguir: -Adelante, señor director.
 

La escena duró apenas 35 segundos, pero desató un revuelo increíble.
 

La agencia Noticias Argentinas y Radio Continental se hicieron eco del anuncio sin chequear la información.
 
Los teléfonos enloquecieron en todos los medios de difusión.
 

Aún se emitían los títulos de
El Chupete de 1975, cuando por fin apareció Olmedo.
 

Mientras veía que varios actores se probaban sus ropas, dijo: -¿Qué pasa? ¿Acaso no se puede llegar tarde?
 

El trabajo de Nicolao fue tan bueno, que en el tercer bloque tuvo que aparecer para aclarar que todo se trataba de una broma.
 

El segundo envío se grabó el 6, en medio de insistentes rumores de que el debut había sido también la despedida.

El martes 11, el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) castigó al canal con la prohibición de emitir publicidad ese mismo día entre las 19.00 y las 22.00.
 

El interventor militar de la emisora resolvió levantar
El Chupete, rescindió los contratos de Olmedo y Oscar Viale, aceptó las renuncias del gerente de programación y del gerente artístico y despidió a Jorge Nicolao.
 

A las 20:30 de ese martes, el canal emitió la serie estadounidense S.W.A.T.
 

Alberto Olmedo estuvo fuera de la televisión hasta 1978, cuando retornó al Canal 11 con
Olmedo '78. 
 

 “El gasó”  
 

-Se dice que “el gasó” salió de los presos de la cárcel de Villa Devoto, que hablaban en ese argot para que los guardias no los entendieran. Se llama gasó porque todas sus palabras se cortan en una sílaba y se le agrega gasá, gasé, gasí, gasó o gasú. Por ejemplo, Rosario es Rosagasario. El que nos metió a nosotros en el idiogasoma fue Salvador Chita Naón. Se supone que alguien de la farándula rosarina estuvo preso en Devoto y después lo trasladó al café-restaurante Nacional de Rosario. Otra versión afirma que lo hablaban allá en Buenos Aires los cómicos del balneario, gente como Pepe Marrone, que era muy amigo de Chita.
 
El gasó se impuso a principios de la década del ’50 en el Nacional, que era un café que estaba abierto toda la noche, donde se juntaban los artistas que salían de las funciones, los periodistas, los vagos y todos los noctámbulos. -

El Negro
lo aprendió ahí, se encargó de llevarlo de nuevo a Buenos Aires y se lo hizo conocer al público”,
recuerda Toño Ruiz Viñas.

Actualmente, como un homenaje a su entrañable amigo y para que no se pierda el idioma que conocieron juntos, Chiquito Reyes redactó una Guía Práctica de este singular lenguaje, la cual fue publicada por la editorial Homo Sapiens, con motivo de la presentación de la película Rosarigasinos, de Rodrigo Grande.  
 
Olmedo por dentro   

Su personalidad reafirmó nuestra idiosincrasia. Inquieto, audaz, buscavidas y chaplinesco, pero también taciturno, a veces hosco, proclive a volcarse a las mujeres -a modo de pasatiempo- cuando el dolor lo consumía, y edificador del culto a la amistad. Chiquito Reyes, Rogelio Roldán, Juan Carlos Casas, Alfonso Pícaro, Osvaldo Martínez, Tato Ostrowiecky, Susana Brunetti, María Rosa Fugazot, César Bertrand, Tato Bores, Alfonso García Grau y Juanito Belmento fueron algunos de los que conformaron una interminable galería de afectos entrañables.            
 
Desde pequeño palpitó el ferviente deseo de ser un famoso artista y poseer dinero para compartirlo. Deliraba fantaseando con situaciones disparatadas, las mismas que con el tiempo cobrarían vida.

-Recuerdo que con Alberto, durante largas horas nos sentábamos a conversar sobre nuestras vidas, de nuestros problemas. Un día se puso a contarme del chiflete, porque en su pieza entraba viento por un agujero y él se quejaba: ¡Qué frío! Anoche me agarró el chiflete.
 
Con los años fui a verlo al Negro a Buenos Aires, ya era famoso y se había casado en segundas nupcias con Tita Russ.

La casa era tan hermosa…las paredes llenas de cuadros, una escalera de madera, un jarrón chino, una hermosa mesa, lindas sillas; me senté en un sillón y le dije: -Negro, ¡Qué bárbaro! ¡Qué linda que tenés tu casita! Se me quedó mirando, agachó la cabeza, levantó los ojos y me contestó: -¿Te acordás del chiflete?

Con Alberto nos conocimos en el año 48, teníamos quince años y hacíamos acrobacia juntos. Yo era la estrellita, hacía el número final de dominio muscular.

Después de la actuación armábamos bailes, yo debido a mi pinta siempre ganaba y sacaba a bailar a una chica.

El flaco Martínez y yo teníamos asegurada la compañía, pero el Negro quedaba siempre solo. Recuerdo que nos amenazó: -Un día de éstos los voy a atar a vos y al flaco y voy a estar con la mejor mina. Ustedes se van a morir de envidia porque los voy a tener atados mirando.
 
Creo que la venganza vino con el sketch de Chiquito Reyes, el bol... al que le afanan la mina.

Ese fue el castigo, pero me hizo famoso.
 
En esa época el Negro siempre me decía: Algún día voy a tener a la mejor mina delante de mí, voy a ir al mejor restaurante, con la mejor comida, el mejor champagne, un Chesterfield y después, cuando termine, voy a agarrar el mantel y ¡faaaaa!

Tirar todo. Y cuando venga el mozo a gritarme, pongo cara de póquer y le digo: Shhhh ¿cuánto es acá? ¿cuánto se debe?

Y hacía el gesto de contar la plata con los ojitos cerrados.

Soñaba con eso de pibe, cuando no teníamos un mango.

Sé que después lo hizo en lo del Gallego Fechoría.

Se dio el gusto”,
comenta su amigo Chiquito Reyes.
 
Y agrega: -Sin embargo, había un tema que lo ponía mal a Alberto: Cuando estábamos los dos solos me empezaba a hablar de su viejo, al que no había conocido. Un día, cuando el Negro estaba actuando en Rosario, me llamó Tita Russ y me dijo: El Negro tiene una sorpresa para vos. Fui al teatro, él estaba con un señor mayor, muy elegante y me lo presentó: mi viejo, me dijo. Nos abrazamos los tres y nos pusimos a llorar. Fue un alegrón, porque yo sabía muy bien lo que significaban esas dos palabritas en la boca de Alberto... El Negro andaba por los cuarenta años cuando se reencontró con el padre y desde ese momento lo atendió a cuerpo de rey, hasta cuando don José murió, en 1986. Eran muy parecidos. La primera vez que lo vi me di cuenta de dónde venía la estirpe del Negro, su caballerosidad y la vena artística”.            
 
Las mujeres lo amaron, era un seductor nato.
 
Como ya se señalara anteriormente, Judith Jaroslavsky, su primera mujer, le dio tres hijos.

La segunda fue la vedette Tita Russ, con quien tuvo dos hijos. Y su tercer amor fue Nancy Herrera, madre de su hijo menor, a quien Alberto, lamentablemente, no alcanzó a conocer.
 
Con todos ellos fue un padre intachable. -Lo único que quería era que sus hijos estuvieran bien, y sus mujeres… ¿Cuántas mujeres tengo? me preguntaba. ¿Cuántas tengo, tres? ¿Le diste ya la plata a Fulana, a Mengana? ¿Quién queda? Yo le decía: Vos también, ¡tenés tantas mujeres, Negro…! Y también le preocupaba su madre, no sabía cómo complacerla”, recuerda su secretario personal Juan Carlos Casas.  
 
El equilibrista              
 
El 18 de diciembre de 1986 debutó en el teatro Neptuno de Mar del Plata con El Negro no puede.

Finalizado el verano terminó batiendo el récord histórico de asistencia de público con 119.877 espectadores.
 
El espectáculo se llevó el premio Estrella de Mar. Pero la gloria quedaría muy pronto escondida tras el escándalo amoroso que estalló entre Nancy y Cacho Fontana.

Olmedo echó a Nancy de la obra y de su casa, aunque continuaron viéndose a escondidas.
 
En el verano de 1988, en Mar del Plata, Olmedo encabezó la obra -Éramos tan pobres.
 

El 3 de marzo se estrenó su película
Atracción peculiar y Olmedo sólo pensaba en tomarse unas vacaciones antes de retomar la temporada en Buenos Aires junto a Nancy, con quien había comenzado nuevamente a convivir.
 
En el último reportaje que concedió a la Revista Siete Días poco antes de morir, el actor declaró: -En este país la gente le suele ser más fiel a los muertos que a los vivos. Me da miedo que la fama pueda ser más duradera que mi vida, pero de cualquier modo yo soy un gran vividor. Por eso, dicho con toda franqueza, me gustaría ser más duradero que mi fama. Cuando estás bajo tierra no te queda otra cosa.
 
En la madrugada del 5 de marzo, inesperadamente, -El Negro cayó al vacío desde el balcón de un departamento alquilado en Mar del Plata. Nancy Herrera, embarazada de Albertito, bajó corriendo hasta el lugar y abrazó el cuerpo sin vida de Olmedo gritando: -Te me escapaste… te quise agarrar y no pude… Yo traté de agarrarte.
 
Horas más tarde, buscando disipar las dudas que fueron surgiendo en torno a la absurda e incomprensible muerte de su gran amigo, un Alberto Cortez visiblemente conmocionado declaraba ante las cámaras:

-Nadie me va a convencer de lo contrario. Lo que hizo morir a Alberto fue lo que había hecho infinidades de veces conmigo. Se paraba en el borde del cordón de la vereda y, haciéndose el equilibrista, gritaba: “¡aquí..., el rey del circo”.
Desgraciadamente, esta vez lo volvió a hacer desde en el piso 11 del Edificio Maral de Mar del Plata y, de forma accidental, se nos fue para siempre
 
Al día siguiente, en medio de la sorpresa y el estupor, una multitud desconsolada despedía los restos de uno de los más entrañables y carismáticos humoristas que dio la televisión argentina.


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