Me gusta

“Saber que a mi hija la apuñalaron, la violaron...”

fm oasis 94.1 lavalle corrientes argentina

Marita Verón con su hija. Parte de sus penurias fueron relatadas ayer ante el tribunal.

Frente a los acusados, que trataron de interrumpirla varias veces, la madre de Marita Verón relató las duras peripecias de las jóvenes que estaban prisioneras en los prostíbulos. Varias de ellas se habían relacionado con Marita.

Una puñalada en la espalda, siete puntos detrás de la oreja, el pelo teñido, los ojos de color artificial; un niño en brazos y un saber tallado con violencia para poder sobrevivir. Así describen a Marita Verón las jóvenes que la vieron en los prostíbulos de La Rioja. Su mamá, Susana Trimarco, fue recogiendo los datos que completan esa imagen mientras la buscaba y en cambio encontraba otras chicas para las que abrió la primera puerta de salida después de años de esclavitud sexual. Trimarco fue contando, con calma frente al Tribunal, lo que a su vez le habían contado a ella al final de distintos allanamientos, en los períodos que las víctimas pasaban en su casa para recuperarse. Consciente del protocolo de un juicio oral, evitó que la interrumpieran con altura; “con todo respeto”, le puso freno a las pretensiones de la defensa para que hable sólo de su hija y no de las experiencias de otras. Porque Susana sabe que para entender de qué se está hablando en este juicio hay que hacer la prueba de ponerse un instante en el lugar de las cautivas y soportarlo. Así como ella aprendió a convivir con eso que al principio de esta búsqueda le parecía imposible: “Saber que a mi hija la apuñalaron”.
Anahí Manassero viajó en ropa interior desde La Rioja a Tucumán, cubierta con la campera de Daniel Verón, el padre de Marita. “La llevamos porque ella nos pidió por favor, no quería quedarse con la policía porque decía que la iban a devolver a los proxenetas y nadie la protegía porque ya tenía 23 años. Tenía su ojito amoratado y un hematoma sobre la cadera; estaba muy flaquita. Le tomó un tiempo empezar a hablar porque estaba aterrada. La llevé al médico, la esperé y cuando pudo me dijo que estaba encerrada en la whiskería de los Gómez. Que al principio el Chenga la había agarrado a patadas porque no se quería prostituir, que tenía que devolver la plata que habían pagado por ella pero que aun cuando ya la había pagado le ponían multas por cualquier cosa y nunca terminaba de pagar. Anahí fue la primera que me dio seguridad de que había visto a Marita. Porque se acordaba de un detalle que no podía inventar: mi hija tenía unas zapatillas con unos parchecitos de gamuza fucsia. Ella las había descartado porque estaban rotas en las puntas y yo le había hecho poner los parches con mi zapatero para que ella tuviera algo cómodo que ponerse en mi casa. Marita vio esas zapatillas arregladas por primera vez el día que desapareció, la chica no podía ser adivina.” Anahí también sabía que Marita había hecho el secundario en una escuela religiosa: “Mi hija la consoló porque la Liliana Medina hacía rituales satánicos y a ella le daban mucho miedo, la invitó a que rezaran juntas para que se le pase. Hasta me habló de unos lunares claritos que Marita tiene en el codo igual que mi nieta Micaela”.
Anahí le dijo a Susana una frase que escucharía de otras mujeres, algo que repetía Marita como si quisiera separarse de todo eso que la rodeaba: “‘Yo no soy del ambiente’. Todas las que me hablaron de mi hija pusieron esas palabras en su boca, ella decía siempre lo mismo porque era verdad. Y aunque hubiera sido prostituta como me decían algunos, como me decía la señora Rivero o el policía federal Lescano que me dijo que mi hija estaba como prostituta en Salta y no quería volver solamente para alejarme de La Rioja; aunque hubiera sido prostituta no tenían derecho a tenerla encerrada, contra su voluntad”. El relato de Anahí que ayer transmitió Susana en una sala en la que sólo se escuchó su voz por varias horas, fue de los primeros que confirmó el destino de Marita entre fines de 2002 y principios de 2003. Y también confirmó otra cosa sobre la que Susana Trimarco volverá una y otra vez porque es el barro en el que se empantanó hasta ahora el encuentro con su hija: la complicidad policial y judicial con las redes de trata. “Anahí también me dijo que la misma tarde del día que la rescatamos fue un policía al burdel de la Medina, le decían ‘Pájaro Rosa’ porque su apellido era Rosa, y sacó a las menores y a mi hija y se las llevó a su casa en Chamical. El padre de este sinvergüenza era proxeneta, el hermano tenía causas por drogas acá en Tucumán. Ahora por suerte Dios nos libró de este atorrante porque se ha muerto.”

comentarios